viernes, 12 de octubre de 2007

Un conflicto irreal

El conflicto desatado a partir de la instalación de las pasteras en costas de la República Oriental del Uruguay, no hace sino poner en evidencia la dicotómica relación entre dos modelos de desarrollo: el productivismo por un lado, que supone la degradación de los recursos en pos de los beneficios económicos cortoplacistas; y por otro una concepción ambientalista, de desarrollo sostenible, que importa un proceso que integra la transformación urbanística, el crecimiento económico, la equidad social, la preservación de la diversidad en todas sus expresiones y el uso racional de los recursos ambientales.

Por supuesto que esta dicotomía no sólo se presenta en este caso, sino que constituyen paradigmas, entre los que hoy el mundo entero deberá escoger. Ello evidencia que el hecho de plantear el “conflicto” como cuestión de Estado, lesionando las relaciones no sólo entre los gobiernos argentino y uruguayo, sino entre los pueblos, es de una necedad política de enorme magnitud, la cual ha padecido la cancillería argentina y la administración Kirchner en su totalidad.

La responsabilidad de la problemática y el tiempo histórico que corre, consideramos merece no dormitar a la espera de un fallo internacional, sino incentivar un diálogo maduro que permita arribar a soluciones colectivas coordinadas, que privilegien el desarrollo productivo sobre la base del cuidado de los recursos y el medio ambiente. Pero por ante todo, los lazos de solidaridad y hermandad entre los pueblos deben ser reconstruidos y reforzados.

No podemos permitir que ninguna política teñida de un escenario electoral socave las relaciones entre pueblos hermanos, que auguran un proceso de integración regional solidario e inclusivo, como alternativa de desarrollo para nuestra región, pero que hoy evidencia una deficiencia institucional que imposibilita la resolución de las controversias políticas que nacen en su interior.

Este falso conflicto Estado vs. Estado, evidencia la fase deficitaria en la que se halla el proyecto político mercosuriano, el que necesitará mucho más que sonoros discursos que hasta incluso contrastan con las prácticas adoptadas.

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